martes, 28 de octubre de 2014

Violencia cero, pamplinas tampoco

Los que me conocéis, sabéis que odio la violencia, que estoy en contra de la violencia en todas sus formas y por supuesto, en contra de todo el que la ejerce.
Entiendo que el fútbol es un deporte, en el que unos ganan y otros pierden, pero que al final del partido, todos tenemos que darnos la mano y felicitar al rival, por su esfuerzo o por su victoria.
El día que todos entendamos una cosa tan fácil, el fútbol será una maravilla, porque podremos ir con nuestras familias a otros lugares a ver a nuestro equipo sin tener que escuchar como mínimo como te insultan e incluso en ocasiones, ver peligrar tu vida.
¿Acaso tiene sentido (y me da igual quién empezó ni porqué) que aficionados del Sevilla y del Atleti se dieran una paliza en un bar de carretera de Extremadura?

Y por supuesto, tampoco me gusta los insultos a árbitros o contrarios, pero al menos, ellos son personajes públicos y en su sueldo, les guste o no, va el insulto. Que ojalá se erradiquen, pues sí. Igual que la FIFA lucha por erradicar el racismo y es capaz de parar un partido si se insulta de forma racista a un jugador contrario, determinados insultos deberían de provocar igual sanciones.

Lo que no puede ser es que una persona que vive del fútbol desde hace años, como Marcelino García Toral, primero como futbolista y ahora como entrenador, salga a una rueda de prensa a decir que su madre no es una puta, porque tras celebrar de manera efusiva un gol y después caer derrotado, parte de la afición le llamó hijo de puta.

Marcelino, por mucho que hayas perdido a tu padre recientemente, lo cual siento de verdad, porque un padre es algo grande, muy grande, y su pérdida irreparable, un profesional tiene que estar al margen de estas cosas, pero sobre todo, lo que no puede hacer es utilizar esos insultos para desviar la atención de los periodistas hacia la afición contraria y así librar a tus jugadores de la colleja dialéctica que se merecen por haberse dejado ganar un partido en 4 minutos por un rival que no había llegado a puerta casi en los otros 88.
Así, dándole carnaza a los periodistas valencianos, que tanto odian últimamente a nuestro Sevilla, los tuyos se fueron de rositas y encima eres un mártir.

Estas cosas hay que cuidarlas, Marcelino. Porque aparte de hacer sufrir a los tuyos, a tu familia, que me consta que alguno ha sufrido al verte sufrir a ti, pones a los pies de los caballos a una afición ya de por sí perseguida de manera injusta en la mayoría de los campos españoles. 

Una afición maravillosa, con un pequeño porcentaje de impresentable, como en todas partes, pero que por allá donde va en Europa demuestra su señorío y que tiene que aguantar por culpa de cosas así, las vejaciones de parte de las aficiones españolas.

La próxima vez te lo piensas.

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